La mayoría se han producido por ingestas accidentales, aunque en algunos casos se consumen deliberadamente, en busca de supuestas y peligrosas propiedades curativas.
En plena época de búsqueda de regalos de Navidad, puede que más de una persona haya optado por adquirir un difusor de aceites esenciales. La mayoría son bonitos, por lo que pueden usarse a nivel decorativo, y ayudan a dar a cualquier estancia un aroma agradable. Además, hay quien va más allá de la simple ambientación y se empapa en las supuestas propiedades de cada aroma para despertar diferentes sensaciones en nuestro ánimo.
Los efectos de la aromaterapia para el sistema nervioso son más que discutibles; pero, por lo general, no tienen por qué generar ningún daño. No obstante, sí que es importante tener cuidado con el uso de otros formatos de los aceites esenciales. Por ejemplo, se han reportado numerosos casos de perjuicios de su mal uso a nivel tópico, sobre la piel, y, por supuesto, de su consumo oral. Estas sustancias nunca deben ser ingeridas, pues pueden causar envenenamientos graves. Sin embargo, hay curanderos y pseudoterapeutas que recomiendan su administración de este modo, para paliar todo tipo de dolencias. Por todo esto, no son extraños los resultados del estudio publicado recientemente en Medical Journal of Australia por científicos del Centro de Información sobre Venenos de Nueva Gales del Sur (NSWPIC), quienes concluyen que los ingresos por intoxicación con este tipo de sustancias han aumentado notablemente en los últimos años y que las recomendaciones de uso inadecuadas tienen buena parte de culpa.