Al ser sustancias muy concentradas, los aceites esenciales siempre han de usarse diluidos en otros elementos como aceites vegetales, agua o arcillas. Existen tres vías diferentes por las que aprovechar los beneficios de los aceites esenciales para nuestro organismo:
- Inhalación. Los aromas activan nuestro sistema límbico, el encargado de regular las emociones, la memoria, el hambre y los instintos sexuales. Puedes usar un difusor o añadir unas gotas de agua caliente al aceite para inhalar el vapor. Esta suele ser una de las formas más seguras de hacer uso de los aceites, así que prueba la aromaterapia.
- En la piel. La mayor parte de los aceites esenciales no se pueden aplicar directamente sobre la piel, pero algunos, una vez diluidos en otros aceites o agua, ya no resultan perjudiciales al contacto directo con el cuerpo. Sólo los aceites esenciales de lavanda, manzanilla y árbol de té pueden aplicarse directamente sobre la piel. Los aceites esenciales hidratan y nutren en profundidad dejando un tacto aterciopelado sin sensación grasa en la piel. Si quieres regenerar la piel del rostro, puedes aplicar unas gotitas de aceite esencial en la frente, la barbilla, los pómulos y la nariz y extenderlas desde el interior hacia el exterior del rostro con movimientos descendentes. Para el resto del cuerpo, aplicando los aceites esenciales con masajes se estimula la microcirculación, favorece la desaparición de la celulitis, mejorar la elasticidad y la firmeza de la piel y elimina la sensación de piernas pesadas.
- Ingeridos. Los aceites esenciales se pueden ingerir en forma de píldoras, aunque en este caso tiene que ser un especialista el que haga la prescripción y la posología.