El sentido del olfato en el humano, es una poderosa herramienta que produce respuestas significativas a nivel mental, emocional y psicológico, dependiendo de cómo interactúen los aromas con el cerebro.
Como compuestos aromáticos, los aceites esenciales son volátiles, eso significa que tienen la habilidad de dispersarse en el aire de forma rápida. La volatilidad es la habilidad de cambiar de estado físico de manera rápida, esto nos permite experimentar de manera rápida y fácil el aroma, incluso desde el momento en el que se abre la botella.
Como ya se mencionó previamente, los aceites esenciales interactúan con sensores químicos del cerebro, creando así una respuesta en el cuerpo.
A estos sensores se les conoce como sensores olfativos, —viven en el sistema olfativo del cerebro— la parte del cerebro que regula nuestro sentido del olfato. El sistema olfativo se conecta con el sistema límbico, en donde las emociones y memorias se guardan.
Cuando se usan aceites esenciales aromáticamente, el aroma viaja a través de la nariz hasta el sistema olfativo en donde se procesa antes de llegar al sistema límbico. Una vez en el sistema límbico, la esencia activa respuestas en el cerebro basadas en memorias y experiencias.
Debido a estas respuestas cerebrales, los aceites esenciales tienen un efecto particularmente poderoso. Gracias a la volatilidad de estos, el uso aromático es de los métodos más efectivos de aplicación —entregando los beneficios de la esencia de manera rápida y efectiva—. Cuando los aceites esenciales se inhalan, son absorbidos por el tracto respiratorio y los pulmones, lo que hace que circulen por todo el torrente sanguíneo del cuerpo.
Conforme respiramos el aroma, ciertas reacciones se disparan, basadas en nuestras emociones individuales, comportamientos, memorias y experiencias. Es por esto que este uso, juega un rol importante en nuestro manejo de las emociones —las reacciones cerebrales crean impactos psicológicos que pueden alterar y mejorar nuestro estado de ánimo—.